Es cierto, las arañas son odiosas,
peludas, antipáticas, reptantes,
traidoras, feas, crueles, acechantes,
y en las distancias cortas, espantosas.
Podrían añadirse muchas cosas
sobre esas bestezuelas repugnantes,
pero entre tantas taras enervantes
tienen una virtud: son silenciosas.
Y si esto fuera poco, me confieso
de las arañas fiel apologeta
por sus aportaciones al progreso.
Medalla merecieran, cual atleta,
y público homenaje en el Congreso,
pues tienen los mosquitos en su dieta.