Al principio me dijeron
que funcionaba con una,
aunque más tarde añadieron
que faltaban tres vacunas.
Gracias a ellas, afirmaron,
ya no me contagiaría,
mas los hechos demostraron
que tampoco esto valía.
Con las diversas variantes
las cosas se complicaron,
porque las vacunas de antes
inútiles se quedaron.
Pero no en todo son nulas,
pues voy conociendo varias
originales y chulas
reacciones secundarias.
Por ejemplo, unas muy buenas
de mi cuñado Ramón,
al que le han crecido antenas
y unas tetas de impresión.
Y a la suegra del vecino
–por su angustia he deducido–
se le ha puesto el cutis fino
y hasta ha rejuvenecido.
Por no hablar del presidente
de nuestra urbanización,
que se ha quedado sin dientes
y ha pillado el sarampión.
Y ahora nos han ordenado
–¡qué bochorno si te dejas!–
llevar un certificado
cual cencerro para ovejas.
Con el brazo hecho papilla,
a Fray Josepho yo emulo:
la próxima mierdecilla
¡se la metan por el culo!