Durante su estancia en Santander, el eminente músico inglés John Eliot Gardiner ha lamentado encontrar dificultades para interpretar el repertorio barroco en algunas de nuestras iglesias porque los curas españoles son “terribles”. Además, Gardiner les recordó que la música “es un valor fantástico que puede juntar a la gente mucho más que las palabras”. Extraño argumento: si la labor de los clérigos consistiera simplemente en llenar iglesias, convertirlas en discotecas o supermercados sería mucho mejor opción. Por otro lado, sorprende la acusación a unos “terribles” curas españoles reacios a las actividades extralitúrgicas dado que en las iglesias españolas, desde hace muchas décadas, hay espacio tanto para la música sacra como para la profana (véase el propio Festival Internacional de Santander: por ejemplo, el concierto de rebético, música prostibularia grecoturca, celebrado en la iglesia de Tudanca hace dos años) así como para muchas otras actividades no musicales, soflamas bolcheviques incluidas.
Pero Gardiner nos dio otra pista para desentrañar el misterio al explicar que en el Stabat Mater de Scarlatti “se advierte un trasfondo oscuro de catolicismo hispánico tras su sonido”. ¡Acabáramos! ¡Con la Inquisición hemos topado! Seis siglos han pasado ya desde Torquemada y los británicos, desde la cátedra hasta la taberna, siguen gozando del curioso narcisismo consistente en menospreciar todo lo español por nuestro incurable oscurantismo religioso. Por ejemplo, el reputado historiador Kenneth Clarke, en su ensayo Civilization (1969), llegó al disparate de excluir a España de la civilización occidental porque “no me era lícito cerrar los ojos a las actividades de la Inquisición y la Iglesia”. Leyenda Negra químicamente pura.
Más recientemente, el también británico Henry Kamen lamentó que “los únicos en todo el mundo que se creen ya la Leyenda Negra a pies juntillas son ustedes, los universitarios españoles. Me abochorna”. Pero no están solos nuestros logsizados mozalbetes: lamentablemente, hasta un cultivado músico como Gardiner puede tropezar en tan bochornoso tópico.
Diario Montañés, 21 agosto 2014