Fernando Sor, el padre catalán de la guitarra española

El que pasaría a la historia por ser el compositor para guitarra más importante del siglo XIX nació en Barcelona el 13 de febrero de 1778. De familia acomodada y precoces aptitudes para la música, estudió música en la escolanía de Montserrat, de donde salió para ingresar en la academia de oficiales del Ejército, siguiendo la tradición militar de su familia.

 

Con diecisiete años se alistó voluntario para luchar contra los franceses en la Guerra de la Convención, en algunos de cuyos últimos enfrentamientos, habidos a mediados de 1795, participó. Al parecer, Sor se aficionó a la guitarra durante su estancia en el frente, pues se trataba de un instrumento muy utilizado por los soldados. No es difícil intentar imaginarle acompañando con la guitarra aquellas canciones con las que los soldados catalanes alegraron la campaña contra los revolucionarios franceses, a los que veían como una plaga tan perniciosa para la católica España como los musulmanes llegados un milenio atrás:

 

“Aquells francesos malvats

son nostros majors contraris,

han comés tantas maldats

alevosas y execrables.

Valerosos catalans,

anems tots á la campanya

á defensar nostre Deu,

Lley, Patria y Rey de Espanya”.

 

“¡Al arma, al arma, espanyols!

¡Catalans, al arma, al arma!

que lo frenetich francés

nos provoca y amenassa.

Privinguda en la frontera

la millor tropa de Espanya,

tothom espera impacient

lo ordre de entrar á la Fransa.

No temau espanyols, no,

mallograr esta campaña,

que la fortuna constant

favorable os acompanya”.

 

Cuando los ejércitos napoleónicos entraron en España en 1808, Sor se encontraba viviendo en Málaga. En abril de ese año se trasladó a Madrid, donde asistió al levantamiento del 2 de mayo. Ante los cruentos hechos madrileños Sor se alistó de nuevo en el ejército, si bien su actividad fue más importante en el campo musical: a él se debió la música del Himno a la Victoria, con letra de Juan Bautista Arriaza, que entonaron las tropas del general Castaños al hacer su triunfal entrada en la capital de España tras la victoria de Bailén y que pronto sería cantado por todo el país:

 

“¡Oh, cuán claros veo brillar en sus ojos

los fieros enojos que van a vengar!

¡Oh, cuánto trofeo que ganó su espada,

verá consolada la Patria en su altar!

¡Oh Patria, respira de males prolijos,

descansa en los hijos que el cielo te dio!

ni temas que el arte falte a su fortuna:

soldados la cuna naciendo los vio.

Ya vengada, sólo libertad y gloria

dejará en memoria tu agravio en Madrid.

Tiempo es ya que altiva la frente levantes, 

pues llegan triunfantes los hijos del Cid.

Venid, vencedores, columnas de honor, 

la Patria os da el premio de tanto valor”.

 

La alegría, sin embargo, duraría poco. Ante la inoportuna derrota de Bailén –que, como primera ocasión en que los ejércitos napoleónicos eran vencidos en tierra, habría de servir de ejemplo para encender la chispa de la resistencia antifrancesa en el resto de Europa–, un contrariado Napoleón se ponía en persona al mando de la nueva invasión de España, que sería consumada tras una brillante campaña y con la que restauraría a su hermano José en el trono de Madrid.

 

Los restos del vencido ejército español y numerosos civiles huyeron hacia Andalucía ante el irrefrenable empuje del ejército imperial. Sor fue uno de los que se refugiaría en Sevilla, donde se había establecido la Junta Central. Durante su estancia en la capital andaluza en 1809 compondría otro himno patriótico, con letra del mismo Arriaza y que también conseguiría gran eco popular, Los defensores de la Patria:

 

“Partamos al campo, que es gloria partir.

La trompa guerrera nos llama a la lid.

La Patria oprimida con ayes sin fin

convoca a sus hijos, sus ecos oíd.

¡Quién es el cobarde, de sangre tan vil,

que en rabia no siente sus venas hervir!

¡Quién rinde sus sienes a un yugo servil,

viviendo entre esclavos, odioso vivir!

Sabrá el suelo patrio de rosas cubrir

los huesos del fuerte que expire en la lid.

Mil ecos gloriosos dirán: Yace aquí

quien fue su divisa triunfar o morir.

Vivir en cadenas, ¡cuán triste vivir!

Morir por la patria, ¡qué bello morir!”.

 

Fue nombrado capitán del regimiento de voluntarios de Córdoba, si bien es posible que no llegase a entrar en combate debido a la fulminante ocupación francesa, que abortó buena parte de los intentos de organizar la resistencia. Éste fue el momento clave en la vida de Fernando Sor. Su ideología liberal y el hecho de creer consolidado el poder napoleónico en España le llevaron, al igual que a otros muchos militares, a prestar juramento de fidelidad a José Bonaparte y a trabajar en la nueva administración ocupando el cargo de comisario de la provincia de Jerez, para lo cual hubo de ayudar su conocimiento de la lengua francesa.

 

A pesar de esta colaboración con el invasor, la fidelidad política de Sor no acabaría nunca de quedar aclarada. Aunque no saldría a la luz en el momento de su composición (1812) sino bastantes años después, durante su actividad como funcionario de la administración napoleónica en Andalucía compondría la Canción relativa a los sucesos de España desde la partida del rey Fernando VII hasta el fin del año 1812 –más conocida por su verso inicial A dónde vas, Fernando incauto–, en la que trasladó al pentagrama, a la vez que una justificación de su actitud, sus amargas reflexiones sobre la división nacional que la guerra había provocado, división que deploraba y que, sin duda, correspondía a lo que él mismo sentía como patriota español y, a la vez, partidario de las ideas surgidas de la Revolución Francesa. En esta ocasión, Sor fue el autor tanto de la música como de la letra:

 

“A dónde vas, Fernando incauto, no salgas de tu nación,

mira que un pueblo que te adora sabe quién es Napoleón;

Huye del lazo que te tiende, burla su ardid y su intención (...)

Mas como el bueno a todos juzga según su noble corazón, 

juzgó Fernando incompatible con la diadema la traición,

de la amistad dudar no supo aquel que engaños no estudió,

silencio impuso a sus vasallos y su camino prosiguió (...)

El que su amigo se llamaba, que le ofreció su protección,

le despojó de su corona y en castillo le encerró.

Los españoles, irritados contra perfidia tan atroz,

juran vengar a su monarca y honrar el nombre de Español:

A un tiempo el grito de venganza por toda España resonó,

y todos toman por divisa su Rey, su Patria y Religión (...)

Por otra parte los malvados que de España son borrón,

se entregan al asesinato al robo y la devastación;

y sirve el nombre de Fernando de impunidad a la agresión.

Los españoles dividieron en esta caso la opinión;

los que evitar quieren estragos recurren a la sumisión;

juzgan inútil y aun funesta tan pertinaz obstinación,

y que la lucha proseguida completará su destrucción.

Los que imaginan que la Patria puede encontrar su salvación

por otros medios diferentes, huyen al último rincón (...)

La triste España hecha el teatro de la desgracia más atroz,

mira a sus hijos divididos; ¡Oh desventura la mayor!...

Éste a aquél trata de insensato, y aquel a aqueste de traidor,...

mal haya amén el ambicioso que ocasionó tal división.

Oh Dios inmenso, que leyendo en el humano corazón

ves cuáles son mis sentimientos y mis deseos cuáles son,

une los votos españoles, cese la fiera disensión;

vivamos todos como hermanos, que así prospera una nación”.

 

Derrotados por los aliados anglo-españoles, los franceses acabaron evacuando el país que tan poco les había costado ocupar y que se había mostrado imposible de vencer. El afrancesado Sor hubo de salir de España junto con los franceses y unos cuantos miles de compatriotas en su misma situación. De Andalucía se trasladó a Valencia y de allí a Barcelona. Tras la definitiva derrota francesa de Vitoria, la frontera pirenaica catalana en la que Sor había combatido contra los franceses en 1795 fue testigo de su marcha para jamás regresar a su patria. 

 

En 1814 Fernando VII sancionó el decreto por el que se condenaba a expatriación perpetua a todo aquel que hubiera recibido o conservado cargos políticos durante el reinado del usurpador. En 1820, al comenzar el Trienio Liberal, el rey español promulgó una amnistía por la cual muchos refugiados en Francia regresaron a España. Tras una primera estancia en la capital francesa, Sor residía en aquel momento en Londres, a donde se había trasladado tras la caída de Napoleón y en donde disfrutaba de una brillante carrera de concertista de guitarra. Aunque parece que Sor acarició la idea de regresar a España, la reinstauración del régimen absolutista tras el breve paréntesis liberal volvió a provocar el exilio de muchos liberales españoles y la imposibilidad de su regreso.

 

En aquellos años de exilio compuso Sor una Canción Patriótica contra Fernando VII que sería muy cantada por los liberales españoles:

 

“Fuente de llanto 

los que fueron soles,

rendida al quebranto 

la España se ve;

¿No oís españoles

el ruido que suena?

Pues es la cadena

que aherroja su pie”.

 

Durante sus largos años de exilio, Sor ganó una sólida reputación como compositor y, sobre todo, como concertista de guitarra. Su Método para la guitarra, publicado en París en 1830, tuvo gran influencia en aquellos días. Importantes músicos coetáneos, como Cherubini y Pleyel, manifestaron su estimación por el barcelonés, a quien el famoso crítico François Fétis denominó “el Beethoven de la guitarra”. 

 

Además de sus obras para este instrumento, que fueron las más conocidas en vida suya y que también han sido las únicas que han sobrevivido hasta hoy, Sor compuso música religiosa, camerística, óperas, sinfonías y ballets, algunos de los cuales se interpretaron con éxito en París, Londres y Moscú. En concreto, su ballet Cendrillon, la más representada de todas sus obras, fue el elegido para inaugurar en 1825 el teatro Bolshoi.

 

Los últimos años de su vida, retirado de la actividad concertística y dedicado al profesorado, fueron muy amargos para Sor. Sus obras cayeron en el olvido y su esposa e hija adolescente murieron con pocos años de diferencia, lo que le dejó solo, arruinado y amargado. Además, un cáncer de lengua le privó del habla y, tras una larga y dolorosa agonía, le provocó su muerte el 10 de julio de 1839. Reposa en el cementerio de Montmartre.

 

Gracias a Dios el patriota Sor no puede leer lo que sobre él dice la wikipedia en lengua catalana, cuyos contenidos son, en la mayoría de los casos, de una tendenciosidad política escandalosa, pues no se menciona casi nada de lo arriba expuesto y se atribuye a Sor nada más y nada menos que la nacionalidad catalana.