Los cómicos de la lengua estofada

Jesús Laínz, o la curiosidad impertinente, forma parte de esa rara tribu de los que disfrutan observando, leyendo y escribiendo sin ningún recato.

 

Aquejado yo de un cáncer de posdata, me consuela que el montañés haya recogido el testigo del empeño de recolectar setas léxicas, un viejo pasatiempo mío. Lo hace con un prodigio de simpatía, cosa de agradecer en estos broncos tiempos de iniciación a la III Guerra Mundial. 

 

Me viene a la memoria un recuerdo de mis años activos en la Complu. Me habían puesto en el tribunal de una tesis de Periodismo. El doctorando aducía el mérito de haber estudiado en la Universidad Complutense de Madrid (valga la contradicción) y en la Autónoma de México, D.F. (que se traduce por “defiéndete fuereño”). El hombre aplicaba el reconocimiento de tan magna conjunción, y dedicaba, enfáticamente, la tesis “A mis dos almas mater”. No tuve más remedio que darle un voto negativo a tal atentado lingüístico. Los demás miembros del tribunal le concedieron un sobresaliente. Supongo que todavía me persigue la venganza de Moctezuma.

 

Ya habrás comprendido, amigo lector, que te vas a embaular un libro destornillante. Quiero indicar que, de tanto reír, se te va a aflojar algún tornillo del cráneo.

 

Como es sabido, la risa efluye con lo inesperado, lo sorprendente; más todavía si el estímulo es real, ingenuo. Este es el caso de la recopilación lainzesca. No puede ser más audaz para el lector más inteligente, como fuera, en su día, La Codorniz. Por algo humor se escribe con hache.

 

Así que ponte cómodo en tu butaca favorita y prepárate a disfrutar, que es gratis. Al menos, es un precio que las autoridades, todavía, no se han atrevido a topar.

 

Aunque debo hacer constar que el fino autor de la Montaña no sólo se mueve por los andurriales de las volutas del lenguaje público. Acude al meollo del repollo; esto es, entiende que la verborrea de la “agenda 2030” no es más que un disfraz de la nesciencia. Es decir, el asunto es de legitimidad política, nada menos. Su costado festivo no le quita importancia teórica. En síntesis, La lengua retorcida es un libro de doctrina, en el correcto sentido del término.

 

Amando de Miguel

Libertad Digital


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