Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Clara Campoamor, Ortega y Gasset, Julio Camba o Gregorio Marañón denuncian la violencia desenfrenada del Frente Popular
La Ley de Memoria Histórica, ahora Democrática, parte de un mito: que la Segunda República fue un régimen democrático, pacífico y libre. No fue así. Desde su origen, el golpe de Jaca (1930), fue dejando un reguero de víctimas. El pronunciamiento de Jaca condensa el talante de muchos republicanos socialistas y comunistas durante todo este periodo:
“Todo aquel que se oponga de palabra o por escrito, que conspire o haga armas contra la república naciente, será fusilado sin formación de causa”.
En pocos años (1931-1936) el “todo aquel” se generalizó de tal forma que fueron señalados como “enemigos de la República” los afiliados a un partido conservador, los militares, la prensa de derechas, feligreses, estudiantes de colegios religiosos o los llamados, así en general, desafectos con el régimen. Años de latrocinio, fraude electoral, atentados, destrucciones de patrimonio histórico y cultural, un golpe revolucionario en 1934 (obra el socialista Indalecio Prieto), crímenes y violencia que se desbordaron en el verano de 1936 con el asesinato de José Calvo Sotelo.
La izquierda no concibe la Segunda República si no es únicamente de izquierdas. Por eso, los dos únicos años que el Partido Radical de Lerroux y la derecha llegan al poder son calificados por la propaganda memorialista como el Bienio Negro. El propio Pedro Sánchez no tiene reparo el ensalzar al conocido como el Lenin español, Francisco Largo Caballero.
Jesús Laínz, autor del libro La gran venganza. De la memoria histórica al derribo de la monarquía (Ediciones Encuentro) recoge testimonios que contextualizan el golpe de Estado que dio Francisco Franco el 18 de julio de 1936. Un alzamiento militar nacional que apoyaron, por ejemplo, los conocidos como padres de la Segunda República, José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala. O también el radical y presidente Alejando Lerroux, Miguel de Unamuno, Niceto Alcalá-Zamora, el anarquista Julio Camba... Además, ante al violencia desatada por unas milicias armadas por el gobierno del Frente Popular otros muchos artistas e intelectuales republicanos tuvieron que huir de España, como la diputada Clara Campoamor. Como dice Laínz, la Segunda República “había degenerado en un régimen bárbaro, salvaje, criminal y, por supuesto, tendente a hacer lo mismo que había pasado en la URSS”. Estos republicanos egregios acaban aborreciendo la deriva del régimen republicano y ensalzan a Franco como “el restaurador del orden y la civilización”.
Nuria Richart
Libertad Digital, 25 de julio de 2022