A Jesús Laínz ya lo conocíamos por sus dos excelentes volúmenes, verdaderos tratados, sobre las falsificaciones del separatismo: Adiós, España y La nación falsificada. Ahora acaba de publicar en la misma editorial España desquiciada. Apuntes sobre el desasosiego nacional, una compilación de artículos aparecidos en el último par de años y que configura un fresco de enorme vivacidad sobre la actual circunstancia nacional. Un libro de combate que consigue penetrar en las fuerzas de fondo que mueven la vida española, más allá de la efímera espuma de los días.
La obra de Laínz tiene siempre el atractivo de combinar una erudición notable, bien asentada en el conocimiento imprescindible de la historia, con un sentido del humor no pocas veces trágico, como corresponde a la actual situación de España, pero que en cualquier caso facilita enormemente no sólo la lectura, sino también la comprensión de las posiciones del autor. A Laínz se le entiende todo. No es poco decir.
Continuando por el camino abierto con su extraordinario Adiós, España –que calificara Stanley G. Payne como «el más completo compendio crítico sobre la mayoría de estos problemas que haya aparecido nunca en un solo libro»–, esta nueva obra de Jesús Laínz se compone de un centenar de breves artículos dedicados, buena parte de ellos, al inacabable problema separatista que padece España desde hace un siglo. Pero no todo empieza ni acaba en los separatismos, sino que desde estas páginas se lanzan certeras andanadas contra las más diversas manifestaciones de la desorientación de la actual sociedad española: tiranía disfrazada de libertad, nihilismo autodestructivo disfrazado de progresismo, resentimiento disfrazado de reconciliación, magnanimidad con los asesinos y desprecio a sus víctimas disfrazado de ansia de paz, imposición lingüística disfrazada de antifascismo, disolución disfrazada de avance, gamberrismo disfrazado de reivindicación social, destrucción de la cultura disfrazada de nueva pedagogía... Combinando perfectamente el rigor y la mordacidad, Jesús Laínz nos vuelve a sorprender tanto por la puntería de sus argumentos, como por su característico estilo irónico y agudo.
La visión que España desquiciada presenta es cruel porque es real. Exactamente en los antípodas del bobo optimismo satisfecho del discurso establecido, Laínz cuenta la verdad. ¿Es la actual juventud española la generación mejor preparada de todos los tiempos? Falso de toda falsedad: la educación en España ha sido un desastre y la autocomplacencia de los responsables políticos del desaguisado roza lo criminal. ¿Han potenciado los poderes públicos el surgimiento de una cultura democrática? Y un rábano: en la mayor parte de los casos, han creado cohortes de paniaguados que, además, con mucha frecuencia, han servido para instaurar auténticos sistemas mafiosos de control de la cultura al servicio del poder. Particularmente siniestro, por ridículo, es el caso de comunidades donde el “hecho diferencial” ha servido para desplegar unas identidades completamente ficticias. ¿Cataluña y el País Vasco? Sí, pero hay casos aún peores: Laínz nos hace descubrir los grotescos alardes de quienes se han lanzado, por supuesto con abundantes subvención oficial, a la invención de supuestos idiomas cántabros o asturianos, que no hacen sino convertir el solecismo en lengua de pretensiones oficiales.
Laínz presta bastante atención a este asunto y conviene reflejar algunos ejemplos, como el de una asociación que entre sus objetivos señalaba el de elaborar un “Métodu cinciyu pa deprender la lingua cántabra”. El mero enunciado de la patochada da fe de hasta qué extremo ha llegado la estupidez nacional bajo el manto de unos políticos irresponsables y una sociedad cuyas tragaderas alcanzan las dimensiones de una fosa oceánica. Esa es la España desquiciada que denuncia Jesús Laínz. La denuncia no puede ser más oportuna.
El Manifiesto, 10 de enero de 2008