No dispongo de muchos lujos en mis humildes aposentos, tan sólo uno, mi rincón de lectura. Mi rincón es un pequeño espacio del dormitorio donde se ubica una butaca de madera, de las que ya no se ven con frecuencia, orientada de tal forma que, al abrir la contraventana, entra la luz perfecta para disfrutar de un buen libro. Son publicados cada año millones de libros en el mundo, pero no todos merecen ser leídos en una butaca, algunos ni siquiera alcanzan la categoría de lecturas de retrete. Recientemente ha caído en mis manos un libro de esos que se disfrutan desde el momento en que se siente el aroma de la tinta sobre el rugoso papel. Me refiero a Escritos Reaccionarios, de Jesús Laínz.
No creo poder hablar de este libro sin hacerlo a la par del escritor. Laínz es en mi opinión, forjada a través de las epístolas que hemos intercambiado, un idealista, un hombre con unos sólidos principios. El idealismo no siempre es positivo, lleva con demasiada frecuencia a escribir sólo con el corazón y eso da como fruto textos sin fundamento alguno que enardecen folclóricamente a quien desea ser enardecido, pero rara vez saber el porqué. No es así en el caso de Jesús Laínz, que escribe también con la cabeza, argumenta de manera racional basándose en hechos irrebatibles por ciertos. Aunque esta irrebatibilidad es discutible en una sociedad capaz de olvidar la historia o trastocarla según convenga. Por eso es importante que testimonios ilustrativos de cómo fue nuestro país y condenados al olvido sean rescatados, como lo son en Escritos Reaccionarios. Se trata de un libro, por otra parte, considerablemente heterogéneo. Lo componen artículos de diversa índole de forma que, cuando terminamos de leer cómo Laínz echa magistralmente por tierra, haciendo efectivo uso de su amplia cultura, los dogmas del nacionalismo vasco o catalán; comenzamos a disfrutar de sus reflexiones sobre la civilización occidental. Esta peculiar característica convierte la reciente obra de Jesús Laínz en un libro absolutamente imprevisible en cuanto a lo que nos encontraremos al pasar la siguiente página y nos da la oportunidad de explorarlo leyendo los artículos que constituyen la obra en el orden que más nos complazca.
Bajo el título de Escritos Reaccionarios vemos un subtítulo que reza: “para separatistas y progresistas”. Creo que, a pesar de que en la España de hoy disentir es buscarse enemigos pues desde la política se transmite el pueril pensamiento de “si no estás conmigo, estás contra mí”, este libro puede interesar e interesará a quienes no convulguen con la ideología del escritor. No se trata de un libro irrespetuoso y visceral, por el contrario es reflexivo y, como nombro más arriba, argumentado con historia, pero historia de la buena, no de la que nos venden como tal sin serlo. Si un nacionalista o el más irredento de los izquierdistas desease escuchar otras opiniones, a menudo las personas solamente atendemos a la versión de nuestro pasado que nos gusta o conviene, tendría en el libro de Laínz un valioso instrumento. El motivo no es otro que la honestidad del autor a la hora de narrar cualquier momento de nuestra historia.
Para finalizar, les recomiendo que se acerquen a la librería más cercana y se hagan sin demora con un ejemplar, pero no lo lean enseguida, para eso están las revistas o los libros que enseñan cualquier cosa en diez lecciones, déjenlo reposar junto a su rincón de lectura favorito, esperen a disponer de eso que hoy tanto escasea, tiempo, y entonces disfruten de esta obra como se merece, sin prisa.
Juan Urrutia
Vistazo a la prensa, 18 de diciembre de 2008