La obra de Laínz es una herramienta demoledora de mitos y de agravios inexistentes que paradójicamente se tornan en privilegios cuando se analizan con rigor
El pasado 25 de enero tuve la ocasión de asistir a la presentación del último libro de Jesús Laínz, El privilegio catalán. La obra, de fácil lectura, describe cómo parte de la burguesía catalana se ha beneficiado de los privilegios comerciales y legales emanados del Estado español durante los últimos tres siglos.
Ante todo, la obra de Laínz es una herramienta demoledora de mitos y de agravios inexistentes que paradójicamente se tornan en privilegios cuando se analizan con rigor. Los datos ofrecidos por el autor son numerosos y abarcan desde el final de la Guerra de Sucesión hasta nuestros días. Temas tabú como el proteccionismo que forzó a buena parte de la población española a comprar manufacturas catalanas mucho más caras que si se hubiera disfrutado de un mercado libre; el tráfico de esclavos; el pasado nacionalista español de la oligarquía catalana; el apoyo de parte de la burguesía catalana a dictadores como Primo de Rivera o Franco y un largo etcétera que desde la historia difundida en Cataluña se pasa de puntillas o no se pasa.
Irónicamente, en pleno proceso independentista donde los pilares son un pasado medieval glorioso y un Estado responsable de todo tipo de atropellos, surge la obra de Laínz para plantearnos todo lo contrario. La Cataluña anterior a 1714, anticuada, retrasada y pauperizada, resurge con fuerza de la devastadora Guerra de Sucesión gracias a la demolición de las trabas legislativas de las antiguas Constituciones. El régimen borbónico no sólo estableció el marco legal para el desarrollo económico en Cataluña, sino que inició una política proteccionista que llegó a su máxima expresión a mediados del siglo XX. Dicha política enriqueció a un buen número de burgueses catalanes a costa de encarecer los precios y carcomer toda posibilidad de desarrollo tecnológico.
Como ejemplo paradigmático de esta relación simbiótica de trescientos años, Laínz relata cómo la primera fábrica con maquinaria metálica a vapor de España, construida en Barcelona por José Bonaplata y Corriol, fue financiada por el gobierno con la suma de 65.000 duros de 1833. El enorme coste de las instalaciones, pese al esfuerzo económico del Estado, quedó en nada ya que sólo dos años mas tarde la fábrica fue destruida por un tumulto durante la bullanga de 1835. Cabe recordar que, por ironías de la historia, la algarada tuvo como factor desencadenante la escasa bravura de los toros en una corrida.
En definitiva El privilegio catalán es una obra útil, necesaria, polémica y desmitificadora. Una agradable lectura y un manual de privilegios para desmontar agravios supuestos, reales o inventados.
Óscar Uceda
El Catalán, 6 de febrero de 2018