La burguesía catalana es un ente que lleva esquilmando a los españoles más de tres siglos.
El privilegio catalán: 300 años de negocio de la burguesía catalana es un libro que nace con vocación de dar una respuesta –ya desde mismo título– al “España nos roba” que es el eje central de los últimos seis o siete años del separatismo catalán. En este libro, Jesús Laínz demuestra justo lo contrario: que España paga, y no solamente ahora... sino desde hace muchos siglos.
¿Qué es exactamente la burguesía catalana? Es un ente curioso y variable, que lo mismo nos impone a todos los españoles una dictadura como la de Primo de Rivera que se apunta al bando republicano si eso le puede traer beneficios. La burguesía catalana es ésa que luego recibe a Franco en volandas en Barcelona, como en pocos sitios se le recibía. Llegados a la transición, la burguesía catalana es ésa que se hace nacionalista para seguir sacando tajada del sistema de autonomías… El caso es que -de una manera o de otra- la burguesía catalana es la que se encarga esquilmar a todos los españoles, como señala el propio Laínz.
“La definición más adecuada para la burguesía catalana es la de “el dinero no tiene patria”. Y en este caso es evidente porque fue la que financió y trajo en volandas a la dictadura de Primo de Rivera. Sin ir más lejos, Cambó fue uno de los principales aportadores de dinero, medios y personas para el 18 de julio. Y si nos vamos al siglo XIX nos encontramos con que las mismas entidades y las mismas personas (me estoy refiriendo sobre todo al Instituto Agrícola San Isidro de Barcelona, el Ateneo de Barcelona, a todas las asociaciones y entidades empresariales catalanas del siglo XIX que tan potentes eran) fueron los más belicistas, más imperialistas, más colonialistas, y que más empujaban a los españoles a mandar soldados a Cuba y Filipinas. Y luego curiosamente esas mismas personas, esas mismas entidades, son las que en el 98, con días de distancia, pasan del discurso españolista acérrimo, cuartelero, belicista e imperialista al separatismo. Éste es uno de los episodios más vergonzosos de este país y que mejor explican la España de hoy”.
Quizá sorprenda a quienes están acostumbrados al discurso secesionista catalán saber que en el siglo XX la burguesía catalana, separatista cuando le convino, fue el principal apoyo a la dictadura de Primo de Rivera y protagonista esencial del alzamiento del 18 de julio. Y Cataluña fue la región más beneficiada por la política económica del régimen franquista. Porque de lo que habla este libro es de dinero.
El literato francés Stendhal en 1837, en una visita al norte de España, tras estar unos meses en Cataluña, escribió en su libro de viajes la sorpresa que le producía ver que todos los españoles del resto de las provincias estaban obligados a comprar los paños catalanes (que eran más caros y peores que los ingleses) para poder hacer que la industria textil catalana sobreviviera. Hablamos del arancel, del sobreprecio que todos los españoles se han visto obligados a pagar durante más de dos siglos a la industria catalana, simplemente por ser la más pujante. Evidentemente, el siglo XIX está caracterizado en España por la debilidad de la industria, por lo que la política proteccionista quería tener el mercado cautivo (tanto el peninsular como el de ultramar).
Cataluña fue la metrópoli imperial española del siglo XIX, así como la principal beneficiaria del tráfico y tenencia de esclavos. La intransigencia de los industriales catalanes ante las reivindicaciones autonomistas y librecambistas de los cubanos fue la chispa que prendió la guerra independentista. Y, tras el 98, pasaron en un instante del más exaltado patriotismo español al separatismo. Por ello, Jesús Laínz se atreve a poner fecha al nacimiento del separatismo catalán, tal como lo conocemos ahora, en torno a 1898. Hasta ese momento era un grupo reducido de nacionalistas catalanes que revindicaban la lengua (y no les hacía caso nadie, como ellos mismos reconocieron). Por eso, y haciendo caso a la historia, podemos pensar que la gran culpable de la rebelión cubana fue la burguesía catalana. Dice Laínz:
“El factor más importante, aunque no único, fue la negativa por parte de los catalanes a conceder a los cubanos la menor autonomía administrativa y política, y la posibilidad de comerciar con quien les diera la gana. Ellos no podían vender todo el azúcar que producían a la península, porque no lo podíamos consumir los peninsulares, y se lo querían vender a los yanquis, como es lógico, que era un comercio enorme que tenían al lado. No lo podían hacer por la política arancelaria del gobierno español. La entidad que se opuso más férreamente a la concesión de autonomía política, de autonomía administrativa y de libertad de cambio a los cubanos fue el Fomento del Trabajo Nacional, y la razón por la que estalla la guerra de Cuba finalmente en el 95 fue por eso, porque sencillamente se les estranguló económicamente a los cubanos para favorecer, por supuesto, no solo a la industria catalana sino la de toda la península, pero los abanderados fueron siempre el Fomento del Trabajo Nacional y demás entidades empresariales catalanas”.
La política proteccionista benefició durante dos siglos a una industria catalana que gozó privilegiadamente tanto del mercado nacional como del colonial. Lo curioso es que según la elaboración histórica catalanista 1714 significó el final de la soberanía catalana y el comienzo de la opresión española. Sin embargo, fue precisamente entonces cuando comenzó la prosperidad de Cataluña, que pronto se destacaría como la región más industrializada de España. Desde entonces, hasta ahora, han pasado 300 años de privilegio catalán. Momento para preguntarse quién es realmente el que roba.
(Jesús Laínz, El privilegio catalán. 300 años de negocio de la burguesía catalana. Ediciones Encuentro, 2017. ISBN: 978-8490551936).
Carmen Carbonell
Libertad Digital, 4 de octubre de 2017