En la misma editorial Encuentro en la que han visto la luz todos sus libros ha publicado recientemente Jesús Laínz Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de las palabras, obra que presentará mañana lunes en el Salón de Actos de la Casa de la Cultura en el parque de la Florida de Vitoria. Sigue Laínz el análisis del profesor Víctor Klemperer sobre el valor de la manipulación del lenguaje en los procesos de aculturación nacionalista y compara, en este caso, los principales hitos de la historia europea a lo largo de su geografía con las “edificantes” experiencias nacionalistas en España. El prólogo de la obra viene firmado por el sociólogo Amando de Miguel, que ensalza que “su asunto entra de lleno en los que aquí nos tocan: el nacionalismo lingüístico y sus horrores. No se refiere solo a España sino a toda Europa. Eso es lo original. Estamos ante un libro académico, en el mejor sentido, documentado y no solo con referencias literarias sino gráficas. Lo único que lamento es mi sensación de envidia, porque a mí me habría gustado escribir un libro así, incluso con el mismo sentido de la ironía, el arte suprema”.
Desde Santurce a Bizancio es el último título de una serie fecunda de exitosos libros sobre los separatismos españoles, tema que tiene en el abogado y empresario Jesús Laínz (Santander, 1965) a uno de sus más interesantes y reveladores autores de los últimos años, acaso entre los más claros y documentados. Adiós, España. Verdad y mentira de los nacionalismos (2004), con prólogo de Stanley G. Payne, sorprende a sus numerosos lectores por el vigor demostrativo de “la potencia desestabilizadora” de los nacionalismos a lo largo de la historia y por el estilo seductor que despliega Laínz en sus más de ochocientas páginas que van pasándose como un torrente de datos convincentes y que se leen incluso hasta el bochorno y un cierto sentimiento de vergüenza ajena hacia quienes han manipulado o inventado, con suculentos frutos políticos, las evidencias de la historia. Este completo catálogo que recoge mentiras y manipulaciones es un reflejo de lo que ha sido y es España y el peligroso poder de la incultura. En la revista Cuadernos de pensamiento político, Aleix Vidal-Quadras ha escrito que Adiós, España es “un completo y sistematizado compendio de las mentiras, fantasías y falsedades en los que los nacionalistas se han basado para construir ese artefacto irracional, destructivo y delirante que amenaza nuestro futuro y nos ha costado ya demasiada sangre inocente”.
En La nación falsificada (2006), su siguiente obra, Laínz recaba la semblanza biográfica de sesenta vascos y catalanes cuya obra trató o reforzó precisamente la idea de España.
Varios artículos sobre el nacionalismo, junto con otros de diferentes temas, se reúnen en España desquiciada. Apuntes sobre el desasosiego nacional (2007), que muestra además una notable faceta de Laínz, la de articulista irónico y agudo.
La penúltima obra de Laínz era, hasta Desde Santurce a Bizancio, la titulada Escritos reaccionarios para separatistas y progresistas (2008), en donde lo denominado “reaccionario” es en realidad lo “progresista” y se cuestionan dogmas intocables como el Estado de las Autonomías, la connivencia del nacionalismo moderado con el terrorismo o la ortodoxia historiográfica. Las ideas de Laínz sobre los nacionalismos no son en modo alguno ataques contra el País Vasco y Cataluña sino contra quienes han manipulado su historia con un propósito separatista que no se cimenta más que, a lo sumo, en una tergiversación parcialista de lo que sucedió y busca, bajo simbologías y celos exclusivistas, los beneficios más variados y peregrinos.
Es cierto, se podrá decir, que Laínz entra en algunos asuntos prolijos que desvelan complejidades mayores de las que acaba resumiendo por mor de la agilidad de sus textos. Pero la obra de Laínz, que conviene valorar ya en un sugerente conjunto, no es la de los eruditos a la violeta que dan un barniz suave sobre lo poco que saben y se escudan cobardemente en la edición de fuentes o en un “no mojarse” cómodo e intrascendente. En tiempos de incultura y de abierto olvido hacia la historia, la historiografía no puede resultar un ejercicio imparcial, no puede ser un simple centón de datos, sino que siempre acabará por sorprender, alumbrar, inquietar, convencer o cuestionar. Ahí radica, creo yo, el principal mérito de la trayectoria historiadora, perfectamente coherente y engranada, de Laínz.
Mario Crespo, Alerta, 2 de octubre de 2011