La mentira en y de los nacionalismos

Hay libros que se revelan insospechados ante el lector y el crítico, y ante el crítico que es todo lector, más allá de la pura pertinencia y oportunidad de su contenido, con la seducción que cada una de las páginas –embelesamiento las más de las veces– produce. Y más que seducción, debiéramos hablar de fascinación. Son estos libros esenciales para entender, para comprender, para desentrañar y para desenmascarar las vidas de las personas, de los tiempos, de los acontecimientos. Son estos libros los que marcan a una generación y, en cierta medida, sintetizan y representan a esa generación. Incluso son los libros que hacen que una editorial entre por la puerta grande de la historia intelectual, comunitaria a fuer de colectiva.

 

La primera impresión que da el libro del abogado Jesús Laínz –autor hasta ahora desconocido más allá de los límites que marcan la Plaza Porticada y el Ayuntamiento de Santander, su ciudad natal– es la de un considerable y abultado volumen sobre una materia más que oportuna: la verdad y mentira de los nacionalismos, en general, y del vasco, en particular. Sin embargo, a partir de las primeras páginas, Jesús Laínz engancha al lector en una aventura apasionante de deslegitimación de la historia nacionalista y de los nacionalistas, con el paso firme de la utilización de fuentes primarias combinadas con un estilo ágil y ameno. En muy pocas ocasiones el responsable de una reseña suscribe cada una de las líneas del libro que comenta. Quizá sea ésta la primera vez que esto ocurra, en estas páginas. Para ser más exactos, excepto una, la primera del párrafo tercero de la página 770 acerca de una cuestión que aludiremos al final.

 

Si España es inteligible, lo es como resultado de un centenario proyecto común articulado sobre la base de una unidad en los fines, con una pluralidad de medios. Si España es inteligible, lo es gracias a la historia común de quienes habitaron sus tierras, en suma de estratos, a lo largo de la historia de identidades acumulativas purificadas sobre los principios del bien común asentado en el suelo fértil de la fe católica. Si España es inteligible, lo es gracias a la verdad de su historia. Si España hoy no es inteligible para algunos, se debe a que ni aceptan los principios de articulación de esa voluntad común de progreso en la aceptación de una vocación de servicio, ni respetan la verdad de la Historia que ha configurado su identidad. Si España no es inteligible para algunos es porque, cuando se han inventado su historia, lo han hecho con el desprecio más absoluto de una realidad intangible en el presente.

 

Este libro arranca cada una de las mentiras del panteón de la historia del nacionalismo vasco de su lugar en la legitimación de un proyecto político anunciado –como la crónica de aquella famosa muerte– para decir cada nombre, cada fecha y cada lugar, en lo que es y lo que ha dejado de ser. Ejemplos, a cientos: no hay identidad perfecta entre los vascones de la antigüedad y los vascos de hoy, lo demás es una invención y una desamortización a la historia de otros pueblos limítrofes de la antigüedad –algo que quienes por allí nacimos ya sospechábamos–; la tan traída y llevada frase –lema y rema del nacionalismo vasco– domuit vascones, que ejemplifica el sometimiento al que supuestamente fueron sometidos los vascos (?) en la época de los reinos germánicos, no existe en ninguna fuente escrita, es una pura invención; nadie en su sano juicio afirma que no existe una decisiva contribución de los vascos y de lo vasco al nacimiento de Castilla o a las andanzas de la marina de Castilla –«Los vascos nunca conformaron un reino independiente de Castilla, ni mucho menos enfrentado a ella. Antes al contrario, el reino de Castilla es un producto en gran medida vasco», escribe Jesús Laínz–. Y, así, un ejemplo tras otro en la Edad Media, Moderna y Contemporánea, dedicando especial relieve a los períodos de 1808; de las guerras carlistas; de la II República y guerra civil, y del franquismo, en la primera parte. Posteriormente, el autor nos ofrece una serie de apetitosos ensayos sobre el racismo sin raza; la lengua; el territorio; el paralelismo irlandés, para concluir con una cosa de cuestiones tan candentes como acuciantes: el Estado de las Autonomías; el derecho de autodeterminación; los derechos históricos; los nacionalismos ante la globalización; y la responsabilidad del PNV. ¿Y de Sabino Arana? También de Sabino Arana, también. Ítem más, y de los nacionalismo catalán y gallego.

 

Nos queda un minúsculo pero. Se palpa el cuidado exquisito del autor, a la hora de abordar la cuestión de la Iglesia, y de la denominada religión, en el caso vasco. Por aquí tendría que lanzarse soltando las amarras de afirmaciones excesivamente generalistas y generalizadas, y dedicar, quizá ya en otro estudio, algunos cientos de páginas a esta peliaguda cuestión. Pero esta encomienda queda ya para otro libro de, esperemos, tantas y tan agradecidas páginas. 

 

 José Francisco Serrano

 Alfa y Omega - ABC, 19 de febrero de 2004