En estos días en que Pasqual Maragall anda dedicado a seguir las andanzas del equipo catalán de hockey sobre patines como máxima expresión de la obsesión por la diferencia que parece dar sentido a su vida, resulta muy ilustrativa la lectura del magnífico estudio de Jesús Laínz sobre los mitos históricos de los nacionalismos catalán, vasco y gallego que ha publicado Ediciones Encuentro con el melancólico título, tomado prestado de uno de los más célebres poemas del abuelo del actual presidente de la Generalitat, de Adiós, España.
Aunque el material de este extenso y riguroso trabajo ha sido objeto en los últimos años de interesantes análisis por autores tan competentes en este dominio como Jon Juaristi, Mikel Azurmendi o Juan Aranzadi, entre otros, el enorme mérito de Jesús Laínz ha sido reunir en las ochocientas páginas de un único volumen de forma sistemática, completa y rigurosa un conjunto de ejemplos que demuestran sin apelación posible que los relatos del pasado en que se apoyan nuestros micronacionalistas para justificar sus exasperadas identidades son un amasijo de patrañas sin conexión alguna con la realidad.
Aunque el autor se centra sobre todo en el caso vasco por ser la tradición sabiniana la que alcanza en su capacidad de fabulación un nivel rayano en el delirio, su examen de los particularismos catalán y gallego no por sucinto deja de ser asimismo revelador. Su tratado, porque tanto por dimensión como por estructura merece este apelativo, recorre más de veinte siglos y liquida con una atractiva mezcla de erudición e ironía todos y cada uno de los inventos que los nacionalistas hacen circular como moneda histórica de curso legal para despiste de ingenuos y alimento de fanáticos.
Así, la confusión deliberada entre vascones y cántabros, la supuesta inaccesibilidad a la conquista, la participación en la Reconquista, la «opresión» por la Corona española, el carlismo como lucha por la independencia nacional vasca, los fueros como pacto entre iguales y no como privilegios otorgados, la vinculación con Castilla y con la lengua castellana, y la actuación del PNV durante la Segunda República y la Guerra Civil, por citar unos cuantos de los temas abordados, son diseccionados con tal abundancia de testimonios, fuentes originales y exhibición de hechos comprobados que bastaría la difusión de un breve resumen de Adiós, España en las ikastolas para acabar con la kale borroka sin demasiado esfuerzo. Por supuesto, los violentos acontecimientos de 1640 y 1714 ofrecen a Jesús Laínz una excelente ocasión para poner de relieve que la historiografía catalana de corte nacionalista tampoco se corta a la hora de soltar la imaginación al servicio de sus construcciones ideológicas.
Demos, pues, la bienvenida a tan valiosa contribución al conocimiento de la verdad, que es y será siempre la garantía más sólida de libertad.
Aleix Vidal-Quadras
La Razón, 27 de octubre de 2004