Jesús Laínz ha escrito una obra monumental y no es extraño que haya invertido en su redacción siete años de continuo trabajo. Al levantar la vista de la última línea de las ochocientas treinta páginas de este esfuerzo notabilísimo de erudición desbordante y de análisis implacable y riguroso, el lector se ve invadido por la certeza de que no ha dedicado su atención a un libro más de los muchos que han abundado a lo largo del último cuarto de siglo sobre el problema nacionalista en España. Lo que Jesús Laínz ha conseguido en Adiós, España va más allá del habitual estudio histórico o de la conocida crítica política a los particularismos divisivos que corroen la médula de la nación desde hace más de cien años, para ofrecernos un auténtico volumen de referencia. Los numerosos autores que se han enfrentado a la cuestión nacionalista en nuestro país desde que recuperamos la democracia a finales de los setenta han tratado con acierto desigual y desde distintas perspectivas ideológicas los más diversos aspectos de este trascendental asunto, y en la extensa bibliografía generada por tema tan acuciante destacan nombres como Andrés de Blas, Antonio Elorza, Jordi Solé Tura, Jon Juaristi, Juan Aranzadi, Mikel Azurmendi, José Álvarez Junco, Enrique Ucelay-Da Cal, Juan Pablo Fusi, Joan Lluis Marfany, Javier Tusell, Jaime Ignacio del Burgo y César Alonso de los Ríos, en una larga lista de estudiosos, periodistas, juristas y políticos que se han afanado en entender, describir, apoyar o denostar a nuestros profesionales de la centrifugación. Ahora bien, Jesús Laínz ha intentado y llevado a buen término una empresa que era tan necesaria como inaplazable: la redacción de un completo y sistematizado compendio de las mentiras, fantasías y falsedades en las que los nacionalistas se han basado a partir de los impulsos seminales de Sabino Arana, Enric Prat de la Riba y Manuel Murguía para construir ese artefacto irracional, destructivo y delirante que amenaza nuestro futuro y nos ha costado ya demasiada sangre inocente.
La aportación impagable de Jesús Laínz a la comprensión y evaluación del fenómeno nacionalista en el País Vasco, Cataluña y Galicia consiste en la disección minuciosa y despiadada de todos y cada uno de los mitos, leyendas, deformaciones, inexactitudes o puros y simples engaños que los forjadores de esa doctrina han ido elaborando con paciencia de araña, astucia de serpiente y crueldad de hiena hasta tejer una malla tupida y asfixiante en la que tantas gentes de buena fe han quedado aprisionadas en el convencimiento patológico de que pertenecen a pueblos oprimidos que requieren ser liberados, cuando la realidad es que disfrutan de la ciudadanía de uno de los Estados más impecablemente democráticos, descentralizados y socialmente avanzados del planeta.
El recorrido en el tiempo al que nos invita Adiós España comienza en la Edad Antigua y se detiene en la actualidad más candente en el momento en que el libro fue entregado a la imprenta el año pasado. Es tal la precisión de los datos y la solvencia de las fuentes utilizadas por Jesús Laínz que hay pasajes que se transforman involuntariamente en un ejercicio de humor, tal es el contraste hilarante entre determinadas afirmaciones de los nacionalistas y la realidad probada por la evidencia historiográfica.
Los eficacísimos resultados que pueden obtener los nacionalistas gracias a su absoluta carencia de escrúpulos intelectuales y morales por una parte y la ignorancia y credulidad de sus víctimas por otra, despierta, tras leer Adiós España, una mezcla incontenible de indignación y alarma en cualquier persona sensata que se acerque a su contenido.
El invento de la indomabilidad de los vascones, jamás conquistados por romanos, visigodos o musulmanes, la auténtica naturaleza de los Fueros, que nunca tuvieron el carácter de pacto entre iguales que los nacionalistas y su esbirro académico Miguel Herrero pretenden, la aparición de una conciencia común de España desde los albores de la Baja Edad Media, la imaginaria batalla de Arrigorriaga, el esperpento del duende Culebro, la supuesta hidalguía universal, la sonrojante tontería del tubalismo, el papel de enorme relevancia que los vascos desempeñaron siempre en la Monarquía hispana, la falta de fundamento de la reivindicación de Navarra como parte de un imaginario solar vasco, la clamorosa desconexión entre el carlismo y el nacionalismo, la personalidad psicopática, racista y fanática de Sabino Arana, la inconsistencia del paralelismo irlandés, el origen partidista de la simbología actualmente atribuida a ese ente llamado Euskadi y la actitud cobarde y traicionera del PNV durante la Guerra Civil, son otros tantos puntos magistralmente tratados en Adiós España, demostrando de forma irrebatible que todo el edificio nacionalista es un castillo de naipes que se viene abajo en cuanto se le contrasta con las pruebas proporcionadas por la historia objetivamente considerada.
Aunque la parte dedicada a Cataluña y Galicia es de mucha menor extensión que la que centra su atención en el País Vasco, los respectivos capítulos cubren muy satisfactoriamente los principales hitos del imaginario nacionalista en aquellas Comunidades. Así, Jesús Laínz liquida con unas cuantas pinceladas diestramente trazadas la absurda evocación de un medieval Estado catalán independiente que por supuesto jamás vio la luz, la trola del origen catalán de la enseña cuatribarrada, el ridículo planteamiento de que la lengua castellana ha sido en Cataluña y Galicia un idioma ajeno impuesto por la fuerza, el insostenible mito céltico de los galleguistas, la interpretación de la Guerra dels Segadors como una lucha por la independencia del Principado, la transformación milagrosa de la Guerra de Sucesión en otro combate entre España y Cataluña, la deliberada omisión por parte de la historiografía nacionalista del entusiasmo patriótico español de los catalanes durante la sublevación contra el invasor napoleónico y del heroísmo de los voluntarios de Prim al servicio de la Corona española en las operaciones militares en Marruecos en 1859, la presentación de la Cataluña del cambio de siglo tras el Desastre del 98 como la avanzadilla modernizadora, europea e industrial del régimen de la Restauración dentro de una España caciquil, agraria y retrógrada y el clamoroso pucherazo del referendo sobre el Estatuto de Autonomía de Galicia en 1936.
Pero donde Adiós España alcanza mayores niveles de lúcida y valiente denuncia es en la parte en la que expone la estrategia conjunta de los movimientos secesionistas vasco, catalán y gallego en el intenso período que va desde la transición hasta 2004. Es en estos capítulos finales cuando la pluma de Jesús Laínz se transforma en un escalpelo afilado que pone al descubierto la podredumbre ética de los cultivadores de una doctrina que vive de alimentar la separación frente a la unidad, el rencor frente a la fraternidad y el conflicto frente a la armonía. La miseria axiológica del nacionalismo y su perversidad intrínseca emergen inocultables de los diáfanos y sólidos argumentos con los que el autor de esta valiosísima contribución al que es por desgracia nuestro principal motivo de angustia y de debate en el inicio del siglo XXI, nos demuestra resueltamente que únicamente la verdad, por dolorosa e incómoda que resulte, es la medicina invencible contra los enemigos de la libertad.
Aleix Vidal-Quadras
Cuadernos de pensamiento político, Abril/Junio 2005