Lo siento, Agustina de Aragón era catalana

Jesús Laínz es abogado, de Santander, de ascendencia vasca y enamorado de la historia. Mejor dicho, espantado por la “vaporización” de parte de nuestra historia, la que concierne a los vascos y catalanes que hicieron grande España, borrados de la memoria por el aquelarre orwelliano nacionalista. Su última obra, La nación falsificada (Ediciones Encuentro, Madrid) repasa la vida y milagros de sesenta y un personajes claves en el devenir español cuya culpa parece haber sido la de nacer en tierras de Cataluña y el País Vasco.

 

Así que Agustina de Aragón era catalana. 

 

Sí, de Barcelona. 

 

Pero Agustina se apellidaba Zaragoza y está enterrada en la iglesia del Portillo. ¿No les parece que va usted muy lejos en su defensa de la españolidad de los catalanes?

 

Yo no tengo la culpa de que fuera catalana y que siguiera a su marido, también catalán y suboficial de artillería, hasta Zaragoza. Ni era aragonesa ni defendía la identidad aragonesa, sino a España. Lo mismo ocurrió con Álvarez de Castro: era de Granada y defendió Gerona.

 

Todos sus personajes, los sesenta y uno, son gente extraordinaria. Parece como si entre catalanes y vascos sólo hubiera santos y héroes. Y echo a faltar, por ejemplo, a Lope de Aguirre o a los piratas levantinos.

 

He escogido a los personajes más relevantes, a aquellos que engrandecieron el mundo y fundaron nuevas culturas, como Juan Sebastián Elcano, Andrés de Urdaneta o Juan de Garay; o que contribuyeron a la ciencia, como Monturiol y Balmes; o que se afanaron en la defensa de España, cómo Espoz y Mina o Luis de Requesens. López de Aguirre es un personaje menor en la historia española de América; un asesino enloquecido a quien algunos nacionalistas vascos presentan como independentista avant la lettre porque se sublevó contra el rey.

 

El resto de España también ha dado nombres legendarios.

 

Sí, pero ha sido en las parcelas geográficas vasca y catalana donde más se ha manipulado la historia para extirpar su verdadera personalidad. Han eliminado todos aquellos hechos y personajes que no encajan con el proyecto nacionalista. Como decía Orwell, han “vaporizado” lo que no conviene ser recordado.  

 

Usted dice que a los catalanes y vascos les han robado la historia.  

 

Sí, pero no sólo a ellos. Nos la han robado a todos los españoles. Ya en Bilbao se cree que Mazarredo y Recalde son sólo una calle y una alameda. Pronto, el olvido caerá también sobre el resto de España.

 

Usted cuenta gestas españolas, pero que se realizaron fundamentalmente en catalán y en vascuence. Entonces la lengua no separa.

 

Que la lengua sea un factor de separación es lo que pretenden los nacionalismos. Pero en la historia de España las lenguas que hablaban los españoles nunca han sido un problema. Ahí tiene usted al rey Alfonso X el Sabio: escribía poesía en gallego y dictaba leyes en castellano. O a Espoz y Mina, que llegó a brigadier y aprendió el castellano ya de mayor.

 

Usted, con su rescate de tantos personajes robados de la memoria por su doble condición de españoles y vascos, actúa como en ladrón generoso. ¿Quiénes son los necesitados?

 

Los jóvenes de Cataluña y el País Vasco. A ellos quiero devolverles la parte de su vida, de su personalidad, de su historia que les ha sido arrebatada. A los que se les ha hecho creer que antes de Sabino Arana no hay nada.

 

¿A cuál de todos su héroes llevaría a la gran pantalla?

 

 A cualquiera de los marinos vascos que participaron en la gran aventura de la Armada Invencible. 

 

No será para echarles la culpa, ya sabe que fueron las tormentas.  

 

Por supuesto. También a cualquiera de los vascos y catalanes que lucharon en la guerra de la independencia.

 

Alfredo Semprún, La Razón, 17 de abril de 2007

 

(Ilustración: Caricatura© de Julen Urrutia para el capítulo sobre Agustina de Aragón de La nación falsificada, Ed. Encuentro 2006).