A España le ha costado muchísimo dinero la industria catalana

El escritor montañés publica un nuevo ensayo, El privilegio catalán. En él explica cómo los diferentes gobiernos de España han apoyado a la industria catalana, incluso a costa de las industrias de otras regiones, y cómo la burguesía catalana tuvo a España como mercado cautivo durante casi tres siglos.

 

Jesús Laínz es seguramente el mayor experto que sobre los nacionalismos hay en España. Toda su bibliografía está dedicada al análisis del bizkaitarrismo primero, y del catalanismo en los últimos años. Laínz derriba mitos y desnuda las mentiras con las que los nacionalismos fragmentarios se han venido cubriendo desde sus inicios. Su primer libro, Adiós, España, que alcanzó los 50.000 ejemplares, arrasó por completo el frágil andamiaje intelectual sobre el que se erigía el nacionalismo vasco. Su más reciente España contra Cataluña. Historia de un fraude mereció el reconocimiento entusiasta de estudiosos como Amando de Miguel –“Un libro que hará historia. Un clásico vivo”– o historiadores de la talla de Stanley G. Payne. El hispanista norteamericano calificó el trabajo de “excelente” y lo describió como “un análisis riguroso y exacto que pone al descubierto los mitos, distorsiones y mentiras del catalanismo, tanto en su historia como en la actualidad”.

 

Porque, tal como cuenta Laínz, “hasta la crisis del 98 los catalanes eran más españoles que nadie, ¡la tierra del Bruc!”. Y también “los más bravucones” contra los norteamericanos, a los que tachaban de “salchicheros” y “tocinaires”. Una “raza de mercaderes”, la norteamericana, decían, que nada tenía que hacer frente a los “hidalgos” y “héroes de Lepanto”. Para el autor, el ridículo después del fracaso del 98 fue tal que “al día siguiente, los mismos que habían alimentado el furor patriótico, empezaron a echar la culpa de la derrota a los andaluces, a la España castellana y a una supuesta sangre beréber y semítica de la que estarían contaminados el resto de españoles”.

 

Ahora Laínz publica El privilegio catalán. 300 años de negocio de la burguesía catalana, que presenta el próximo 24 de octubre en el aula cultural del ABC y donde aborda los privilegios que ha disfrutado la industria catalana durante los últimos trescientos años. Y es que el argumento económico es, a juicio del autor, la última estación del pretendido “proyecto nacional catalán”: “Después de creado el suficiente odio, el cuerpo social está apto para incorporar el mensaje final: España nos roba”.

 

En este asunto de la industria catalana existen dos relatos que han hecho fortuna. Por un lado el de la burguesía catalana, que ha sido privilegiada históricamente, y por otro el de una sociedad catalana muy industriosa y por completo merecedora de sus éxitos.

 

Son dos lecturas que no se contraponen.

 

¿Entonces qué fue antes, el huevo o la gallina? Quiero decir, ¿existe industria en Cataluña porque se apoya desde el Estado o el Estado apoya a Cataluña porque tiene industria?

 

Fueron simultáneas. En historia, el huevo y la gallina no se pueden fijar cronológicamente. A comienzos del XVIII llegan los Borbones, quieren dar un empuje a la industria nacional y comienzan las prácticas proteccionistas. Pasaba en toda Europa: intentar promover los productos propios. Es la política arancelaria, que consiste en gravar a los productos extranjeros para vender más los propios. Levantar un muro. Y en este caso, la región que estaba despuntando era Cataluña. Felipe V empieza a hacer esto a la vez que comienza a despuntar la industria catalana.

 

Existe una sincronicidad.

 

Exacto. En realidad se protege a toda la industria nacional, pero claro, la industria nacional se concentra en Cataluña. Al menos la textil. Felipe V empieza con las prácticas arancelarias, pero es sobre todo Carlos III el que promueve el proteccionismo para proteger la industria catalana. Por ejemplo, se obligó al ejército a comprar toda la ropa a Cataluña.

 

Así que la industria catalana no es consecuencia de una política de subvención pública.

 

No. Es consecuencia de que el pueblo catalán en el siglo XVIII empezó a destacarse por su industriosidad. Cataluña tiene un siglo XIX portentoso. Un siglo que para España es negro, un siglo español nefasto en el que el país llega a los más bajos fondos de la decadencia. Militarmente, económicamente, culturalmente… En cambio, en Cataluña se vive un redescubrimiento de la lengua, aparecen fabulosos arquitectos, grandes santos, enormes literatos… Se podría decir que lo que experimenta la España castellana en el XVI lo experimenta la España catalana en el XIX. Es importante subrayar que el movimiento cultural se desarrolla sin ninguna aspiración secesionista; es más, todo se produce bajo la bandera de España. Eran gente que jamás pensó que su nación era otra que la española. Los catalanes de la Renaixença son de lo más patriótico que ha habido en la historia de España.

 

De manera que en el XIX España avanza a dos velocidades. En lo cultural y en lo industrial.

 

Cataluña empieza a andar más rápido y crea una industria mucho más dinámica que la del resto de España… pero mucho menos que la inglesa o la francesa. Es cuando llega el Estado y dice: “No se preocupen señores catalanes, que ahora vamos a poner unos aranceles prohibitivos para que los tejidos ingleses, que son mucho mejores y más baratos, no le hagan competencia a ustedes”. Hay, de hecho, una reflexión de Sthendal, que recojo en el libro, y que resulta muy ilustrativa de la situación.

 

“Cabe señalar que en Barcelona predican la virtud más pura, el beneficio general y que a la vez quieren tener un privilegio: una contradicción divertida. El caso de los catalanes me parece el caso de los maestro de forja franceses. Estos señores quieren leyes justas, a excepción de la ley de aduana, que se debe hacer a su gusto. Los catalanes piden que todo español que hace uso de telas de algodón pague cuatro francos al año, por el solo hecho de existir Cataluña. Por ejemplo, es necesario que el español de Granada, de La Coruña o de Málaga no compre los productos británicos de algodón, que son excelentes y que cuestan un franco la unidad, pero que utilice los productos de algodón de Cataluña, muy inferiores, y que cuestan tres francos la unidad”. Stendhal, Voyages en France (1838).

 

Un mercado cautivo que beneficiaba tantos a los catalanes como perjudicaba al resto de españoles.

 

Levantar una barrera arancelaria tiene consecuencias. Así, por ejemplo, cuando tú quieres vender naranjas a Inglaterra no puedes. Por eso Valencia fue muy perjudicada por esa política: impedía la exportación de frutas, o al menos la dificultaba mucho. Blasco Ibáñez era muy crítico con eso.

 

“Valencia, cuya agricultura muere por imposición del industrialismo catalán, porque catalanes y vizcaínos han conseguido la confección de unos infames aranceles que nos tapian los mercados internacionales para la exportación de nuestra fruta, sometiéndonos a una pérdida anual de mas de cien millones de pesetas, que se traduce en hambre y congojas en el campo y languidez en la vida comercial de la ciudad”. Blasco Ibáñez en El Pueblo. Diario Republicano de Valencia, (1907).

 

Pero en España también había partidarios del librecambismo.

 

Sí. La lucha en todo el siglo XIX fue entre los que consideraban que era necesario el proteccionismo porque la industria española estaba retrasada y por lo tanto había que protegerla hasta que se pusiera al nivel de Europa, y los partidarios del librecambismo. El argumento de la protección de nuestra industria duró casi doscientos años y desesperaba a los diputados librecambistas, que solían ser los liberales, aunque no siempre. Había regiones, por ejemplo, en las que todos eran proteccionistas, incluso los liberales. Por ejemplo Cataluña, por un obvio interés. Aunque dos de los principales librecambistas eran catalanes, y esto hay que subrayarlo. Laureano Figuerola, ministro de Hacienda durante la (Revolución) Gloriosa (1868) y creador de la peseta como moneda nacional, decía: “Mis paisanos se equivocan, empobrecen a toda la nación para enriquecerse ellos”. Y la burguesía catalana le acusaba de traidor… a España. También Joaquín María Sanromá, que era secretario de Figuerola y que también era catalán, decía unas cosas tremendas sobre Cataluña por el empeño de su paisanos en conservar los aranceles. Los librecambistas decían: “Es injusto tener que comprar paños más caros y encima peores; están ustedes empobreciendo al pueblo español”. Criticaban los casi doscientos años “de provisionalidad” y pensaban que con el mercado cautivo nuestra industria nunca se preocuparía por mejorar la maquinaria y la producción y estaría permanentemente por detrás de la industria europea… como así fue.

 

¿Nunca tuvo sentido el proteccionismo, entonces? ¿Fue contraproducente?

 

Todos tenían su parte de razón. Proteccionistas y librecambistas. El proteccionismo fue una tónica general después de la Europa napoleónica; en España fue particularmente intenso por dos razones: la primera, por tener una industria menos desarrollada, y por otro lado, por la pérdida del imperio en el XIX. Se pierden una fuente de materias primas bestial y un mercado gigantesco. Por eso España fue el país más proteccionista de Europa.

 

Jesús Laínz explica el caso, paradigmático a su juicio, de la fábrica de Bonaplata, comprada en Reino Unido y conocida popularmente como El Vapor. Se trató de la primera fábrica textil metálica y a vapor que se montaba en España. Fue una carísima operación, financiada al cincuenta por cien por el Gobierno y que tuvo éxito gracias a las gestiones del embajador español en Londres Cea Bermúdez. Se montó en 1833, y en 1835, “debido a una mala tarde de toros, la chusma barcelonesa, bien regada de vino y liberalismo, prendió fuego a la instalación”. En aquella tarde se asesinaron curas y monjas, se quemaron conventos y se arrastró y quemó vivo en la plaza pública al gobernador militar. Y por último se prendió fuego al icono de Bonaplata. “Es decir, lo que España había pagado, un grupo de barceloneses se lo cargaron”. “Increíblemente el Estado lo indemnizó –explica Laínz–; es sólo un ejemplo de cómo España ha estado siempre detrás de la industria catalana”.

 

De modo que a España le ha costado dinero la industria catalana.

 

Le ha costado muchísimo dinero. Mira, en Cataluña en España. Historia y mito, el historiador económico catalán Gabriel Tortella da un dato que resulta demoledor. Se trata del sobrecoste que ha supuesto a los españoles el mantenimiento de la industria catalana. Esto es, lo que los españoles tuvieron que pagar de más a los catalanes (que hubieran podido pagar de menos a los ingleses) sólo en el siglo XIX y sólo en la industria textil. La cifra ascendería a más de 500.000 millones de euros actuales. Un dinero que la burguesía catalana debería a España y que, obviamente, nadie les ha pedido.

 

Vayamos al problema contemporáneo, a la crisis separatista que estos días vive su fase decisiva. Parece claro que sin la cobertura moral y política de alguna la izquierda, el separatismo no hubiera llegado donde ha llegado. Estos días, con la actitud cómplice de Podemos y los comuns se está viendo claramente. Y es que, como dijo Julián Marías, la izquierda tiene una imagen negativa de la historia de España. Y digo yo que, echando un vistazo a nuestra historia, al peso de la tradición y de la Cruz… quizá el escepticismo de nuestra izquierda con respecto a la historia de España sea legítimo.

 

No es legítimo. Y no lo es por dos razones. Primero, porque identificar a España con la perpetua reacción es un error. El país más progresista en el siglo XVI fue España. España, por ejemplo, dio el voto a las mujeres mucho antes que Inglaterra, que Austria, que Alemania y que otros mucho países (en las elecciones municipales votaban las mujeres desee principios de siglo). ¿Cuántos años de democracia ha disfrutado Alemania? Del 45 para acá. Nunca antes había tenido democracia. España sí: dos repúblicas. ¡Si hay un país reaccionario es Alemania! Es más, el reaccionarismo nace en Alemania, el romanticismo nace en Alemania.

 

Y por eso también tiene problemas de identidad nacional como nosotros. Por eso una parte importante de su población recela de su propia nación.

 

No, recela por Hitler. Hitler como reencarnación de Bismarck y de Federico el Grande. En realidad, en toda Europa, Francia es la excepción. Es más, te podría dar la vuelta al argumento: lejos de que sea España la excepción reaccionaria de Europa, Francia es la excepción republicana.

 

¿Inglaterra es también la reacción?

 

Inglaterra es la tradición más que ningún otro.

 

Entonces, ese peso gigantesco de la religión en nuestra historia que la izquierda denuncia… ¿es falso?

 

Es cierto.

 

¿Y la monarquía tradicional, que sobrevive hasta el siglo XXI?

 

Es cierto.

 

¿Ese Franco que acaba por confirmar sus tesis, iniciando una guerra civil contra la República?

 

… financiado por un buen número de catalanes y por Cambó.

 

Ya, pero es cierto. ¿Y ese imperio universal que somete a los indígenas?

 

Claro, ¿y los ingleses no sometieron a nadie?, ¿y los franceses?, ¿y los alemanes? ¡Y los belgas ni te cuento!

 

Vale ¿Y la Contrarreforma?

 

Pero no es estrictamente española.

 

En serio, ¿no hemos sido un país particularmente…?

 

¿Católico? Sí. Y también Austria. Y Polonia ni te cuento.

 

Imperial, monárquico, belicoso, religioso, lleno de santos…

 

No más que otros. ¿Ha sido más bélica España que Francia?, ¿más bélica España que Inglaterra?

 

“Luz de Trento, martillo de herejes, espada de Roma…”. Marcelino Menéndez y Pelayo. Lo sabes mejor que yo. 

 

Yo no soy demasiado creyente y a mí no me molesta que España sea la luz de Trento.

 

Sabes que tu paisano no miente cuando hace esa lectura. Y si no miente, el escepticismo de la izquierda al respecto de nuestra historia podría ser legítimo.

 

Hace cuarenta años que vivimos en un régimen democrático en España. Ésa es la respuesta que hay que dar a esas tesis. Yo hace mucho tiempo que no discuto con mi tatarabuelo. Ni con mi tatarabuelo ni con el tatarabuelo de mi tatarabuelo.

 

Cambiemos de nacionalismo. ¿Qué ha pasado con el País Vasco? Mucha gente piensa que se han establecido, por fin, en la normalidad constitucional.

 

No. Han ganado. Tienen un control ideológico absoluto. Ya no necesitan las pistolas porque los frutos ya los han recogido. Ningún vasco menor de treinta años es ajeno al discurso nacionalista. Han llegado a la conclusión de que seguir asesinando gente no funciona. Ahí los tienes en las instituciones.

 

Un lector escéptico, cuando te lea que “han ganado” pensará “¿Cómo que han ganado? El País Vasco sigue siendo parte de España, Navarra es Navarra, el separatismo terrorista ha desaparecido, el Gobierno vasco ha moderado el discurso y el independentismo está en mínimos históricos…”.

 

ETA no ha desaparecido…

 

… pero no mata.

 

La gente sigue teniendo miedo…

 

… menos del que tuvo.

 

La gente no convoca una conferencia con la misma libertad con la que la convoca un señor del PNV porque ETA puede volver a matar y tiene larga memoria. El miedo es el mismo y el control de la calle es el mismo. Se ve a diario con las exaltaciones de los etarras. Y el control ideológico de la población es exactamente el mismo. Es más, Josu Zabarte, el carnicero de Mondragón, lo dejó bien claro a la salida de la cárcel: “Hemos ganado”. Decía: “Yo, cuando estaba en la cárcel durante treinta años, dudaba de lo que me iba a encontrar cuando saliera de aquí y lo que me he encontrado, tanto en el País Vasco como en Navarra, es que hemos ganado”. Lo que pasa es que se han visto sorprendidos por la testosterona inesperada que han demostrado los separatistas catalanes. Entonces están agazapados. Como el león detrás de las cañas con la cebra a cuatro metros. Esperan que el otro león, que es el catalán, le salte a la cebra al cuello para unirse. No son tontos. Y te digo una cosa, como los catalanes tengan éxito, los siguientes son ellos. Al día siguiente. Veinticuatro horas.

 

Volvemos a Cataluña para acabar. ¿Cómo resolvemos la situación?

 

Dos cosas: aplicación de la ley. Es decir, que España sea de verdad un Estado de derecho. Gran parte de las causas de estar como estamos hoy es porque España no es un Estado de derecho. Si lo fuera, habría muchos políticos en la cárcel. De hecho, los principales vulneradores de la Constitución son Felipe González, Aznar, Zapatero y Rajoy. Y dos: sustituir el adoctrinamiento por la educación. Es decir, que a los niños se les enseñe los instrumentos matemáticos, históricos, jurídicos y lingüísticos neutrales. No herramientas adoctrinadoras equivalentes a la de los regímenes nazi y soviético, que son puro totalitarismo. Hay que garantizar la neutralidad de las instituciones, de la educación y de los medios de comunicación.

 

Vale, ¿y ves al Estado dispuesto a transitar ese camino?

 

No.

Rafael Núñez Huesca

La Gaceta, 25 de septiembre de 2017