La formación Unión, Progreso y Democracia y la Asociación Cultural Areté invitaron ayer al escritor Jesús Laínz a su ciclo de conferencias Nosotros, españoles y nuestro mundo. El experto en nacionalismos pronunció ayer, junto con el escritor Javier Martínez Gracia, una conferencia titulada La manipulación lingüística de los nacionalistas, que es también el tema de su último libro Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de las palabras (Ediciones Encuentro).
¿Tan controvertido es el contenido de su último libro que no le han dejado presentarlo en la Casa del Libro de Barcelona?
La presentación estaba organizada por Convivencia Cívica Catalana y cuando sus miembros realizaron la petición de la sala le dijeron a sus miembros que los contenidos del libro eran subversivos y problemáticos. Esta asociación esta presidida por Francisco Caja, una persona que lleva muchos años peleando por los derechos de los catellanohablantes e iba a intervenir en el acto junto a Jordi Cañas, parlamentario de Ciudadanos. Se va a presentar el 2 de febrero en otro lugar. Lo lamentable es que vivimos en un régimen totalitario aunque no nos demos cuenta porque pasamos por las urnas cada cuatro años. En el caso de los ciudadanos catalanes y vascos es todavía peor porque son ellos mismos los que se vigilan a sí mismos y los que dicen lo que se puede o no decir. Es el régimen totalitario perfecto porque sus propios ciudadanos son sus guardianes.
¿Hasta dónde puede llegar ese poder ‘nacionalizador’ de las palabras?
En España se han llevado a cabo políticas de presión lingüística por parte de los nacionalistas. El pensar que una lengua es una nación ha llevado a forzar a la población a cambiar de lengua prohibiéndoles hablar la lengua que hablaban y forzándoles a hablar otra que no hablaban. Hay toda una ingeniería palabrera porque se han cambiado nombres, apellidos y topónimos, es decir nacionalizado personas y territorios por medio de la lengua. En España corremos un riesgo de balcanización por culpa de la ingeniería ideológica, histórica y lingüística de los nacionalismos ante la inutilidad de los partidos políticos nacionales, que incluso se han sumado a ese carro. Tanto el Partido Popular como el Partido Socialista son cómplices de estas políticas de inmersión lingüística. Ha sucedido en Galicia, pero también en Valencia y Baleares se están produciendo muchas quejas.
¿Hay muchas diferencias entre los nacionalismos vasco, catalán o gallego?
Desde el punto de vista ideológico parten de las mismas normas decimonónicas, como que una lengua es igual a una nación. También comparten estrategias porque una de sus piedras angulares de su éxito es la adulteración de la historia para legitimar la existencia de unas naciones que nunca existieron, así como su afán totalitario de usar las aulas para adoctrinar a los niños. Los nacionalistas no han utilizado el estado de las autonomías para gestionar bien la cosa pública, sino como trampolín hacia la secesión.
Ponga algunos ejemplos de ese poder nacionalizador.
Hay muchos. Pero es de destacar la absurda obsesión que tienen en el País Vasco por eliminar el topónimo castellano y dejar el euskérico cuando los dos son igualmente utilizados o es el castellano el más usado. Por ejemplo, esas cosas no pasan en la ‘imperialista’ Castilla. En Burgos hay muchos topónimos de origen vasco que se han mantenido, como Bascuñuelos, Villabáscones o Basconcillos. A nadie se le ha ocurrido cambiarlos para ‘reburgalesizar’ esos pueblos. En el caso de Cataluña se han eliminado Gerona o Lérida. También es absurdo poner a los niños vascos nombres sacados de El señor de los anillos o la norma de la Generalitat catalana de obligar a los médicos a atender a los pacientes en catalán y en caso de que no sepan deberán hacerlo por señas. Es ilegal, inconstitucional e inhumano.
Diario de Burgos, 20 de enero de 2012