Sí, las Cortes han dejado claro que la secesión no cabe en una Constitución que, por cierto, fue aprobada en Cataluña por una mayoría abrumadora, superior a la del conjunto de España.
Pero el problema político continúa a causa de una estructura territorial que se ha demostrado suicida. Porque la comunidad autónoma consiste en una entidad de ámbito regional a la que el Estado cede parte de sus funciones para mejor gestión de la cosa pública. Pero los nacionalistas la han concebido como una instancia enfrentada con el Estado del que forma parte y del que obtiene su legitimidad. Instancia que, además, está facultada para decidir su grado de vinculación con dicho Estado, e incluso su pertenencia a él. Por eso las masas adoctrinadas por el nacionalismo están convencidas de ser titulares del derecho a decidir la secesión al margen de lo que opinen los demás españoles. Y cuando se les intenta explicar que no es así, se indignan por creer sinceramente que se pisotean sus derechos, con lo cual se aumenta el número de partidarios de la secesión.
A esto ha conducido la parálisis del Estado ante los abusos nacionalistas durante cuarenta años. Los engaños se han ido acumulando; el adoctrinamiento, asentando; las tensiones, agravando; el odio, creciendo; hasta que, finalmente, el cúmulo de problemas es de tal magnitud que no cabe una solución pausada y racional. Es lo que han perseguido los nacionalistas con encomiable perseverancia: tensar la cuerda hasta que se rompa. En ese momento ni leyes ni argumentos servirán para nada.
Con el ejemplo ucraniano reciente, lo que los nacionalistas no han podido conseguir en las Cortes lo van a intentar conseguir, antes o después, en la calle. Y eso no lo impedirá ninguna votación parlamentaria. Además, el problema es irresoluble porque su núcleo no está en Barcelona, sino en Madrid, pues por mucho que se aferren ahora a la ley, ni el PP ni el PSOE admitirán jamás su corresponsabilidad en el desaguisado al haber apoyado durante cuatro décadas a los gobiernos nacionalistas que han envenenado a los catalanes.
El Diario Montañés, 10 de abril de 2014
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