La patraña foral

Ibarretxe ha declarado que "los derechos históricos, los fueros, han sido, son y serán la verdadera constitución del pueblo vasco", razón por la que, como repite incansablemente, "los vascos y las vascas, y nadie más, decidirán libre y democráticamente su futuro".

 

Éste es el núcleo del problema, la causa ideológica del eterno chantaje al Estado, de la fanatización de miles de vascos y de la existencia de una banda que asesina al que cree ocupante extranjero. Y ésta es, además, la astutísima estratagema con la que el nacionalismo pretende vencer eternamente en las urnas, pues mediante la repetición de esta patraña logra convencer a muchísimos vascos de que los nacionalistas son los únicos que respetan su voluntad, siendo los demás opresores que pretenden decidir sobre lo que no les compete.

 

Pero es falaz el argumento que hace derivar los fueros de una soberanía vasca anterior a la existencia de los reinos españoles, con los que habría pactado de igual a igual reservándose el derecho de separación. Y nada tienen que ver los fueros con el derecho de autodeterminación, por mucho que mientan los nacionalistas. Todo esto ha sido explicado minuciosamente por numerosos autores desde hace mucho tiempo. No hay más que buscar en los libros. Pero no ha conseguido saltar la altísima muralla que separa el mundo del conocimiento –ése que cría polvo en las estanterías– del mundo de la política –ése que saca brillo a los estrados–.

 

O se explica de una vez este fenomenal embuste a toda la ciudadanía, tanto vasca como del resto de España, o se seguirá poniendo en bandeja la victoria a los nacionalistas. Para ello hubo una oportunidad excepcional al debatirse el Plan Ibarretxe. Pero, una vez más, la clase política española demostró no estar a la altura necesaria. Sólo Rajoy apuntó a la diana cuando dijo: 

 

"Debo corregir a quienes difunden la fantasía de que existe un pacto entre el Estado y el País Vasco. No existe tal pacto. Nunca ha existido y supongo que nunca existirá. Eso es una entelequia propia de las creencias, la ideología y la propaganda de los redactores del proyecto que hoy analizamos. Yo no soy responsable de que algunas creencias no coincidan con la realidad. Es un problema que arrastran aquellas ideologías del siglo XIX que no han querido actualizarse”.

 

Pero Rajoy se limitó a mencionar tan esencial punto sin entrar a analizarlo, explicarlo y rebatirlo.

 

Una vez tras otra, hoy como en 1978, los políticos que debieran dirigir la nación con inteligencia y criterio quedan siempre por debajo de los muy profesionales peneuvistas, que llevan preparando con exactitud milimétrica cada paso dado y cada argumento utilizado en pos de su victoria final, cada día más cerca.

 

Artículo publicado durante la primera legislatura zapateriana, entre 2004 y 2008, e incluido en España desquiciada

 

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