Comencemos por el principio: federar significa unir. Del latín foedus, pacto. Así lo define el DRAE: “Unir por alianza, liga, unión o pacto entre varios”.
Por lo tanto, en el caso español, ¿cómo unir lo ya unido? Para federar es necesario que varios sujetos pasaran, en virtud de pacto, a conformar una unión que antes no existía. Para federar España habría que empezar por disolverla –mediante referéndum nacional, evidentemente– para acto seguido volver a reunirla. Muy práctico.
Ya lo explicó Ortega durante el debate constitucional de la Segunda República:
“Dislocando nuestra compacta soberanía fuéramos caso único en la historia contemporánea. Un Estado federal es un conjunto de pueblos que caminan hacia su unidad. Un Estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión”.
De ello se hizo eco Julio Camba:
“Un día Ortega y Gasset apareció en el Congreso, donde declaró que los conceptos de autonomía y federalismo no eran análogos, sino opuestos. Para decir una cosa tan sencilla tuvimos que sacar de la cama con toda urgencia, hacia las cuatro o cinco de la madrugada, al filósofo máximo de la nación; y es que, sencilla y todo, esa cosa no la sabía nadie en el Congreso. Para aquellos energúmenos era lo mismo ensamblar las piezas de un puzzle a fin de formar un cuadro, que coger un cuadro y hacerlo añicos al objeto de crear un puzzle, y era igual buscar un aumento de poder en la unión con otros países que desmembrar el territorio nacional en regiones más o menos independientes”.
Pero no contentos con la bacanal federal de 1873 e ignorantes del debate en las Cortes de 1931, nuestros socialistas actuales, siempre dando vueltas a la misma noria, se empeñan en presumir de federalistas para dárselas de interesantes.
El Diario Montañés, 20 de noviembre de 2012
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