De toros, vacas, burros y otros nacionalistas

Los nacionalismos se basan en la incensante agitación de las diferencias. Sin ellas no tendrían razón de ser. Y si no las hay, se inventan.

 

Una de las manifestaciones más pintorescas de este frenesí ha sido la reacción contra la pueril moda de utilizar el toro como escudo oficioso de Estepaís, tan visible últimamente en los estadios de fútbol y espectáculos similares, aunque no sólo ahí, pues hasta de Irak nos llegaron imágenes de nuestros soldados con el torito de marras sobre fondo rojigualda. Recientemente se ha empezado a ver una nueva variedad, pues algunos han sustituido el toro por el perfil de Don Quijote y Sancho. Suponemos que el próximo será el de la Pantoja.

 

En círculos nacionalistas catalanes han querido diferenciarse también en esto, para lo que han ascendido a gatos y burros al grado de emblema nacional. Unos prefieren el burro, como han explicado sus promotores, por ser el entrañable animal una "propuesta reivindicativa que pretende luchar contra el centralismo uniformizador expresado en símbolos como el toro o la matrícula española, que nos llega en forma de goteo constante y sutil". 

 

Otros se decantan por el felino –rebautizado para la ocasión con el simpático nombre de Catigat–, debido a ser un animal "independiente", frente al burro, "que representa la sumisión", y al toro, imagen de la soberbia española. Uno de sus creadores ha declarado que el Catigat "es una forma simpática de crear conciencia de país y reafirmar nuestra identidad". Haciendo país, pues, además de los buenos maravedíes que recoge por el camino gracias al desembolso pegatinero de los entusiastas de la idea, que hasta lo creerán el colmo de la rebeldía.

 

El invento se ha contagiado a Galicia, donde también han aparecido interesados en bestializar su hecho diferencial. Éstas son las ventajas del Estado de las Automanías, consistente en una carrera de larga distancia hacia la meta del delirium tremens. Y sin alcohol: sólo con identidad. En el caso gallego ha sido mediante la vaca. El promotor de tan bovina iniciativa ha declarado estar pensando en una campaña cuyo lema sería "te cambio el toro de tu coche por una vaca". 

 

Parece que los últimos en apuntarse, por el momento, son los vascos, que han parido la Ardi latxa, nombre vascuence de las ovejas y ovejos vascas y vascos.

 

De seguir así la cosa –y mucho nos tememos que no tiene por qué cambiar, pues, según parece, la chiquitodelacalzadización de la política española tiende al infinito– habrá que pedir ayuda, con el permiso de George Orwell, al imperioso gorrino Napoleón para que ponga un poco de orden en esta granja de cretinos llamada, de momento, España.

 

Artículo publicado durante la primera legislatura zapateriana, entre 2004 y 2008, e incluido en España desquiciada

 

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