Por qué las humanidades

Desde que hace décadas comenzase el proceso de encogimiento de la educación, las grandes perdedoras han sido ésas que se llamaban humanidades, quizá porque, en este mundo encadenado a la producción y el consumo, cultivar el espíritu se considera un lujo prescindible. Saber expresarse, saber de lo que se habla y saber pensar es menos importante que manejar el estrecho ámbito profesional en el que tendrá que moverse cada uno para ganarse el pan. Por eso asignaturas como el griego, el latín, la literatura, la historia, la filosofía y la religión han ido perdiendo peso hasta incluso desaparecer. Pero la materia de las humanidades es, precisamente, aquello que nos hace humanos. Todos podemos contar alguna experiencia con médicos que, superespecializados en una rama de su ciencia, son incapaces de tratar a sus pacientes con la necesaria amabilidad y comprensión. Es decir, con humanidad. O con abogados que, fuera de los mecanismos procesales, no saben gran cosa. O con profesores que, sacados de la pequeña parcela que deben trasmitir en el aula, despliegan una sorprendente ignorancia.

 

El latín, por ejemplo, nos permite comprender mejor nuestra lengua, conocer el porqué de sus palabras, afinar nuestras ideas y construir nuestras expresiones con corrección. Cualquier persona medianamente avezada en la lengua latina raramente caería, por ejemplo, en el error, hoy casi universal, del delante mío o detrás tuyo. Y teniendo el hábito de cuidar lo que se dice y escribe sería difícil encontrar –los ejemplos son reales y recientes– en una sentencia autoxia o hierno y en un artículo de prensa “infringir (por infligir) un daño”, “arduo (por harto) difícil” o “heraldo (por erario) público”. 

 

En cuanto a la filosofía, la historia y la literatura, aprender a pensar, conocer mejor la experiencia humana y vivir otras vidas sin salir de casa nos provee de prudencia y perspectiva. ¡Cuánto mejor nos iría si nuestros políticos leyeran a los clásicos, aunque sólo fuesen las instrucciones de Don Quijote a Sancho sobre la gobernación de su ínsula!

 

El Diario Montañés, 21 de noviembre de 2013

 

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