No se prive y paladéelo, amable lector: interrupción voluntaria del embarazo. ¡Cuánta respetabilidad científica si no fuera porque lo que se esconde detrás es la cruenta eliminación de un ser humano! ¿Por qué no se la llama directamente interrupción voluntaria de una vida? Pues si al interrumpir un embarazo lo que de verdad se interrumpe es una vida, ¿por qué se intenta camuflar este hecho entre respetables términos médicos? Recuérdese, además, que en USA, maestros en estos menesteres, a los partidarios del aborto se les llama, muy estudiadamente, pro-choice (pro-elección), con lo que los contrarios aparecen como los represores que no permiten que las personas elijan.
Metidos en eufemismos, quizá conviniese recordar la advertencia del eximio Julián Marías sobre la respetabilidad que, simplemente denominándola interrupción de la respiración, podrían atribuir sus partidarios a la pena de muerte, de tan feo nombre y hoy abolida en toda Europa. La verdad es que nuestros actuales amantes del eufemismo han aprendido de egregios maestros: los revolucionarios franceses, aquellos humoristas, denominaron deportaciones verticales a los ahogamientos en el Loira de miles de realistas maniatados, y sus discípulos soviéticos rebautizaron hermosamente a la pena de muerte como medida suprema de protección social.
Lo que demuestran las maniobras palabreras sobre el aborto es la firme decisión de hacer pasar por legítima una tremenda vulneración de la leyes de la naturaleza envolviéndola en palabras sedosas. Pero el descuartizamiento de una criatura en el seno de su madre nos sigue pareciendo a algunos un espanto que encoge el corazón. A otros muchos, a la mayoría, a diestra y siniestra, parece que no. Todos los demás argumentos, legales, religiosos, biológicos, médicos o morales, sirven de poco. No hay más que discutir. En casos como éste se evidencia la inutilidad del diálogo. Una de las dos concepciones del Hombre ha de imponerse sobre la otra. Pocas cuestiones tienen tanta transcendencia para el mundo de hoy y para el futuro.
El Diario Montañés, 25 de septiembre de 2014
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