El sociólogo Ignacio Sotelo, exsecretario de cultura del PSOE, ha publicado recientemente un artículo titulado Rémoras en nuestra enseñanza en el que, además de manifestar su deseo de que la pedagogía actual ya no consista en la transmisión de conocimientos sino en su cuestionamiento, proclama que “aparte de dominar el inglés y una preparación suficiente en matemáticas, desde la instrucción primaria a la universitaria no hay más que enseñar a hablar, leer y escribir”. Un técnico amnésico: he aquí el hombre del futuro.
La cosa tiene su lógica: hoy sólo lo reciente tiene valor e interés, como si el mundo hubiera empezado el día en que nacimos. Las librerías están saturadas de fresquísimos superventas, únicos libros que consiguen que la industria editorial sobreviva y que ahogan a los inútiles clásicos. En la radio hasta la música de hace pocos años ha caducado y sólo sirve a veces para recordar algún polvoriento clásico. Y en cuanto a la música verdaderamente clásica, da risa simplemente mencionarla: para la inmensa mayoría es un cadáver putrefacto. De hace un par de generaciones hacia atrás todo es prehistoria ignota. Ya lo observó Unamuno cuando, a la pregunta sobre qué libros de los últimos cincuenta años recomendaba, respondió que los que merecían la pena eran precisamente los que hubieran pasado la prueba de haber sobrevivido al menos cincuenta años.
Incluso en los supuestos centros del saber, conocer lo que sucedió, se pensó, se escribió y se creó desde Atapuerca hasta la Primera Guerra Mundial es hoy capricho inútil de extravagantes. Hasta las humanidades, de improbable supervivencia en este efímero mundo de técnicos especialistas, han acabado pareciéndose a la actualidad periodística. ¡Qué claro lo tuvo Borges cuando advirtió de que la universidad debe ocuparse de lo antiguo y lo lejano, pues de lo actual y cercano ya se ocupan los periódicos! ¿Acabará teniendo razón Heidegger, malvado entre los malvados, al recomendar, como mejor camino hacia el conocimiento, no pisar la universidad y no pasar de los presocráticos?
El Diario Montañés, 22 de octubre de 2013
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