Tan castiza expresión, aunque con bastantes siglos a las espaldas, sigue estando de fresquísima actualidad, y no sólo por los pagos que la vieron nacer. Hace algunos años, reinando Bush II, un programa humorístico yanqui satirizó el despilfarro de por allá imaginando una subvención millonaria a Andorra, pequeño país africano sacudido por la guerra y la miseria. Una vez descubierto el error, los receptores del regalo se negaban a devolverlo por habérselo gastado ya en reformar chalets y saunas.

Pero en el país donde “el dinero público no es de nadie” (Carmen Calvo dixit) la realidad siempre acaba superando a la ficción, sobre todo si puede contarse con la inestimable ayuda del Estado de las Autonosuyas, ese insondable agujero negro que nadie se atreve a tapar. Por ejemplo, en un reciente Boletín Oficial de Andalucía –la comunidad autónoma más boyante de España– se recogen, entre otras muchas, las siguientes subvenciones que suman varios millones de euros. Respire hondo, sufrido lector, pues tan odiosa como el despilfarro es la jerigonza tecnoprogre con la que se pretende dignificar el asunto:

-Mejora de las capacidades organizativas y de incidencia política del movimiento sindical en Costa Rica

-Incorporación de la equidad a la acción sindical en salud laboral. El caso de las mujeres y las bananeras.

-Fortalecimiento de las estructuras de las centrales pertenecientes a la coordinación de centrales sindicales andinas para la afiliación y cotización.

-Transversalidad e institucionalización de la equidad de género en la municipalidad de Ayutuxtepeque.

El ejemplo es andaluz, pero podría haber sido de cualquier otra región, especialmente de las taifas nacionalistas, expertas en derrochar ríos de dinero para satisfacer su permanente erección identitaria.

Pero eso sí: los hospitales y los asilos hay que cerrarlos, que no sirven para nada y son muy caros.

El Diario Montañés, 26 de junio de 2012

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