Hace algunos años el alcalde socialista donostiarra Odón Elorza pidió la hoja de reclamaciones de Casa Setién en Puente Arce. Atacado no de indigestión sino de incapacidad para admitir la libertad de cada uno de decorar su casa como le dé la gana, su queja no fue contra la presencia de una cucaracha en la sopa, sino contra algo mucho peor: la de un retrato de Franco en el comedor.
Hace unos meses, rebrotada su obsesión, Elorza lideró la propuesta socialista de sacar sus restos del Valle de los Caídos, urgente asunto que encabeza la lista de preocupaciones de los españoles. Y hace sólo unas semanas ha presentado una Proposición no de Ley para que se declare dicho lugar “contrario a la cultura de la convivencia y la paz” pues “no encarna ningún valor democrático como el diálogo, el respeto a la diferencia, la defensa de los derechos humanos, la solidaridad y la igualdad”. Probablemente sea cierto, igual que los templos griegos, las catedrales góticas, el Taj Mahal o las pirámides egipcias. ¿Qué hacemos con todas esas construcciones? ¿Las convertimos en sedes sindicales? ¿En centros de interpretación de la igualdad de género y de génera? ¿Las bombardeamos?
Además, el hecho de que los restos de Franco reposen en un monumento se debe al mismo motivo por el que en España hay estatuas de Isabel la Católica, Felipe V y Alfonso XII y no de Juana la Beltraneja, el archiduque Carlos y Carlos VII: porque los primeros ganaron sus guerras y los segundos las perdieron. Nada escandaloso debería haber en ello: en todo el mundo sucede lo mismo desde hace milenios. ¿Por qué, si no, se alza en Washington el Memorial de Lincoln y no el de Jefferson Davies, y en Colombey-les-Deux-Églises el de De Gaulle y no el de Petain?
Es comprensible que muchos no deseen visitar la tumba de Franco, igual que a otros muchos no les sobrarán ganas de llevar flores a la de Carrillo. Pero tanto unos como otros con no ir tienen su problema resuelto. Nada más fácil para conseguir la paz, la reconciliación y la convivencia, objetivos, según sus propias palabras, perseguidos por Elorza.
El Diario Montañés, 16 de octubre de 2014
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