Autodeterminación ¡ya!

Nacionalistas vascos y catalanes proponen al unísono al gobierno que elimine las autonomías artificiales. Es decir, todas menos la vasca y la catalana, únicas naturales es de suponer que por sus peculiaridades lingüísticas, ésas que, mediante un singular silogismo, construyen naciones y justifican autodeterminaciones. Nada más injusto: también en Cantabria las tenemos a pesar de que no las hayamos sabido usar como ariete contra España, esa invención de Franco.

 

Recordemos esos palabrerus (antes, diccionarios) que explican, por ejemplo, que equilicuá es palabra más cántabra que Laro el ídem. Aunque habrá que disimular que se usa en toda España, y no sólo en lengua castellana, y que, además, ni siquiera es autóctona pues se trata de un italianismo derivado de Ecco li qua.

 

Claro que también tenemos murria. Pero… ¡maldita sea, si hasta está recogida en el DRAE! E incluso se usa mucho en el habla chulapa madrileña. Por ejemplo, los autores de sainetes Torres del Álamo y Asenjo parodiaron así la Sonatina de Rubén Darío:

 

“Mi Teresa está mustia. ¿Qué tendrá mi Teresa?

Lanza cada suspiro pa partir una mesa.

La Teresa está escuálida; la Teresa tie murria;

lleva ya quince días sin tocar la bandurria…”.

 

Por eso, para diferenciarnos más, propongo humildemente enarbolar como estandarte lingüístico autodeterminista la pantoja, jerga gremial de los canteros trasmeranos bastante utilizada en siglos pasados. Incluso en el XX: en su libro sobre el Cariñoso, Isidro Cicero recogió de una mujer que había sido por aquel entonces su querida este delicado galanteo en pantoja salido, al parecer, de labios de dicho emboscado:

 

–Esto en pantoja se llama zulara y esto son los zaquiros. Ahora vamos a meter la zulara en la tu tafarilla.

 

¡Trasmerana y republicana! Mejor imposible. ¿A qué esperamos para exigir el derecho de autodeterminación? ¿Hay zaquiros?

 

El Diario Montañés, 17 de abril de 2012