Fernández la originaria

–¡Cómo odio a los españoles! ¡Hicieron ustedes muchas crueldades con los indios! –le espetó a Pío Baroja una dama argentina.

 

–Disculpe, señora. Reserve sus reproches para sus abuelos. Los míos se quedaron en España.

 

La imagen cruel de los españoles quedó reflejada en algunos himnos de los nuevos países americanos, como los “tigres sedientos de sangre” del argentino. La ironía de todo ello, sin embargo, reside en el hecho de que el tiempo duro para los nativos americanos comenzó precisamente con la independencia. Pues cuando la protección de las leyes españolas desapareció, los gobernantes de las recién nacidas repúblicas demostraron muy pocos escrúpulos en la tarea de barrer a los que consideraban obstáculos para el progreso. En Argentina, por ejemplo, baste recordar las masacres de indios por el general Rosas, de las que fue testigo Darwin, y el exterminio de los patagones en las primeras décadas del siglo XX, cuando, con la aprobación o indiferencia de los gobernantes, los grandes ganaderos, muchos de ellos ingleses, pagaban una libra esterlina por cada indio muerto previa presentación de manos u orejas.

 

Pero la sombra de la Leyenda Negra es alargada, y un siglo después la ignorancia indigenista sigue impregnando la política de muchos países hispanoamericanos, como acaba de demostrar de nuevo Cristina Fernández de Kirchner al derribar la estatua del descubridor de América que se levantaba frente a la Casa Rosada y rebautizar su Salón Cristóbal Colón con el nombre de Salón de los Pueblos Originarios.

 

Es de suponer que, por coherencia, la presidente Fernández pasará por el registro para deshacerse de ese inoportuno apellido evidenciador de que sus abuelos no iban en el lote de los originarios, sino en el de los opresores. Quizá la reciente visita al Papa haya tenido por objetivo comunicarle su apostasía de la religión impropia de los originarios. ¿Dará ejemplo de originaria sustituyendo la imperialista lengua de Cervantes por el mapuche? En ese caso, merecería una estatua más grande que la de Colón.

 

 

El Diario Montañés, 20 de marzo de 2014